Últimamente me he dado cuenta que me
encuentro atada a una constante rutina; despertar en medio de la obscuridad,
tratar de levantarme aún cuando mi cama está mucho más cómoda que cuando trate
de dormir horas atrás, cambiarme de ropa, arreglarme sin lograr hacer mucho por
mi cabello o algún granito que justo hoy decidió ver la luz del día, tender mi
cama y dar una pequeña arreglada a mi habitación. Desayunar lo más rápido que
puedo en menos de 5 minutos, acomodar mi mochila, hacer un conteo mental sobre
mi material, cepillar mis dientes y darme última aprobación antes de correr
hasta el auto, ya encendido; ver la misma ciudad todavía apagada, los coches
andando de un lado para otro, los pájaros apenas comenzando a volar en el cielo
a tonos color gris. Además de tratar de recordar si no olvidé hacer alguna
tarea el día anterior... Bajarme del auto y caminar hasta el instituto,
recorrer los pasillos en silencio, con la música de mi mp3 de fondo, viendo a
todos esos chicos que aunque me roben un suspiro, se que quizá jamás podre
conocer. Llegar a mi salón y escuchar las mismas conversaciones matutinas, para
después escuchar siete largas horas de clase, siendo interrumpidas solo por dos
cortos recesos.
Matemáticas, ciencias, arte, lengua,
historia... Chismes, sueños y una que otra crítica constructiva sobre alguna
película del fin de semana. Siempre lo mismo. Finalmente, luego de casi acabar
con toda mi paciencia, esperar a mi papá a la entrada del instituto con un
libro en la mano y unos audífonos en mis oídos. En ocasiones mirar a algunas
parejas y obligarme a pegar la vista en mi libro antes de que mi mente empiece
a divagar y soñar con ideas casi imposibles en este momento.
Sé que llegara ese día en que encontraré a
alguien que me quiera y que me haga bien, más por ahora solo necesito una total
concentración en lo mío: la escuela. Finalmente ir hacia el coche y pasar el
recorrido en silencio. Comer, ver la televisión y después de pasar casi toda mi
tarde haciendo las tareas o estudiando un poco, tomar un baño, cenar e irme a
acostar, para después pasar unos minutos escuchando música antes de caer
rendida por el sueño, para así finalmente concluir mi día. ¿Y al despertar?
Continuar exactamente con la misma historia.
Al darme cuenta del curso que he llevado
últimamente, me doy cuenta que mientras yo me enfoco en llevar al pie mi
rutina, muchas personas están haciendo algo más de su día a día. Ya sea
cumpliendo un sueño, besando por primera vez, viajando alrededor del mundo,
viendo lugares asombrosos, acampando bajo las estrellas, descubriendo el
verdadero significado de una amistad o amor, actuando, cantando o bailando,
sonriendo y llorando, muriendo y naciendo, aprendiendo a las buenas y malas,
confiando o perdiendo, creyendo e incluso olvidando de todo. Quizá algunos
sufran en ese momento y piensen en dejar todo de una vez por todas, mientras
que alguien quizá está pensando en comenzar todo otra vez. Todo eso y mucho mas
sucede mientras yo intento contestar un problema de mi tarea de matemáticas,
mientras tomo un baño o quizá mientras duermo.
Es gracioso pensar que tal vez mientras yo
deseo que ese chico al otro lado del pasillo me sonría, haya alguien a
kilómetros de distancia soñando con lo mismo. O bien, alguien que decida
arriesgarlo todo y dar el primer paso. Sea lo que sea, me he dado cuenta que
mientras yo sueño con vivir la vida, lo único que sucede es eso. La vida. Buena
o mala, nada es para siempre. Los momentos no son eternos y todo puede dar un
giro inesperado de la noche a la mañana. Sé que mientras yo me enfoco en lo que
quisiera hacer de hoy a 10 años, la vida sigue corriendo y que esos instantes
en los que sueño con lo que podría ser, están siendo desperdiciados.
Hay que vivir cada segundo como si fuera
único, porque justo así es. Son ÚNICOS. Cada uno por igual, los cuales, pase lo
que pase, forman una sola cosa, una cosa llamada VIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario