Te miro de reojo durante el receso. Estas sentado
al lado mío, sin ninguna razón o motivo. Simplemente... Llegaste. Llevábamos
casi 4 años sin estar así de cerca, uno del otro, y mucho menos teniendo una conversación.
Realmente por un momento la situación me pareció
algo extraña e incómoda, debido a que había olvidado cómo era pasar el rato
contigo. ¿Pero ahora? Nos encontrábamos ahí, hablando sobre todo y nada a la
vez. Tus comentarios sobre la maestra de la clase anterior sinceramente me
hacían reír, ya que sigues teniendo ese toque sarcástico al hablar de ciertas
cosas, algo que había olvidado me encantaba de ti.
Sin darme cuenta, los minutos pasaban, mas tú
parecías actuar como si nada, como si fuéramos dos compañeros que se habían
conocido ese mismo año escolar y que por primera vez entablaban una conversación,
mas tú y yo sabemos que eso no es cierto... Justo en ese momento hay tantas
cosas que me gustaría decirte, otras tantas que preguntarte y otras más que
recordar, contigo.
Me pregunto si tu mama seguirá teniendo la misma
camioneta blanca con calcomanías atrás, o si ella aun me recordará; si sigues
manteniendo contacto con tu mejor amigo de la infancia o si sigues yendo al
mismo hotel en Vallarta al llegar el verano. Tantas cosas que por algún motivo
ya no parecen propias para una conversación.
Me gustaría que recordáramos juntos el día en que
nos conocimos y decirte lo mucho que mi vida cambio desde ese momento; me
gustaría hablar sobre las clases que pasamos juntos y las tareas que nos
pasábamos minutos antes de que las revisaran para salvarnos de una mala
calificación; me gustaría preguntarte si sigues cantando en la iglesia, como
solías hacerlo en el coro de la escuela, o bien, si sigues tocando la guitarra.
También quisiera poder felicitarte por tu discurso de fin de ciclo, ya que
nunca tuve la oportunidad de hacerlo... Son tantas las cosas que quisiera
platicarte en ese momento y que simplemente no me parecen una buena idea.
En ese preciso momento me encuentro con tu mirada,
y por un micro-segundo tengo la sensación de que tú te sientes justo igual que
yo, que quizá te preguntas sobre mí; mas no dices nada, ninguno de los dos dice
nada.
Un extraño sentimiento recorrió mi piel por dentro,
como un impulso de decir algo, de romper ese silencio que sin notarlo se había
formado. No oigo nada, todo estaba tan callado y tranquilo, ¿estábamos solos?
No. Mas algo sucedía, era como estar en una burbuja. Es entonces cuando te
dedico una sonrisa. Simple. Amable. Sincera. Y tú la correspondes. Y justo en
ese momento nos veo a los dos parados frente a frente. Más no estábamos en el
salón de clases, al menos no el de hace unos segundos. Nos encontramos seis
años atrás en el tiempo, con nuestras mochilas al hombro. Veo como me saludas y
te presentas, con la misma sonrisa traviesa que me dedicaste hace un momento. ¿La
diferencia? Tu cara, tu edad. Te ves mucho más pequeño. En ese momento me doy
cuenta de donde estoy. Miro a mi alrededor y veo todas esas caras conocidas,
otras casi irreconocibles. Me veo a mi, más chica, parada frente a ti. Pareciera
que la historia se repite. Puedo ver mi cara, sonriente y tímida, más segura a
la vez.
Ambos niños se sientan y comienzan a platicar
animadamente. En ese momento siento un dolor agudo en mi pecho. ¡Todo ha
cambiado tanto! Veo tus ojos, encontrados con los míos, y justo en ese momento
fui capaz de ver esa chispa. La chispa de la que todos me hablaban y yo nunca
comprendí; aquella chispa que dejamos que se consumiera poco a poco hasta
agotarse. Aquella chispa que perdimos y ahora, desesperada deseaba que volviera.
¿Sería cierto? Si lo hubiéramos notado a tiempo, ¿Estaríamos...Juntos?
Entonces parpadeo, tratando de aclarar mi vista, la
cual se había nublado gracias a las lágrimas acumuladas en mis ojos. Mas al
entornar mi vista de nuevo, estoy de regreso en el presente, al parecer todo ha
pasado demasiado rápido, ya que todos se encuentran justo como estaban hace un
rato. Inmóviles. Entones, oigo tu voz, haciendo que todo comience a moverse de
nuevo.
- ¿Quieres?
- Te escucho decir, dándome cuenta que me ofreces una galleta. Yo acepto y tú continúas
hablando sobre la tarea, la cual expondríamos mas tarde.
Yo sonrió y guardo ese momento en mi corazón. Quizá
para muchos seria insignificante, más para mí es especial, es un gran paso.
Sé que es imposible conseguir una máquina del
tiempo y cambiar el curso de las cosas, más si puedo dar vuelta a la página y
comenzar a escribir un nuevo capítulo de mi historia, en donde todo sea
diferente. ¿Y quién sabe? Quizá algún día seamos capaces de retomar lo que
dejamos ir, quizá algún día vuelvas a ser el protagonista de mi historia, mas
por ahora, prefiero quedarme con estos pequeños detalles, regalos del destino,
los cuales llenan mi corazón de alegría.
Te miro de nuevo a los ojos y por un momento, casi
puedo sentir que tú estás de acuerdo con ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario