Translate The Blog:

miércoles, 31 de julio de 2013

Una cosa llamada vida.


Últimamente me he dado cuenta que me encuentro atada a una constante rutina; despertar en medio de la obscuridad, tratar de levantarme aún cuando mi cama está mucho más cómoda que cuando trate de dormir horas atrás, cambiarme de ropa, arreglarme sin lograr hacer mucho por mi cabello o algún granito que justo hoy decidió ver la luz del día, tender mi cama y dar una pequeña arreglada a mi habitación. Desayunar lo más rápido que puedo en menos de 5 minutos, acomodar mi mochila, hacer un conteo mental sobre mi material, cepillar mis dientes y darme última aprobación antes de correr hasta el auto, ya encendido; ver la misma ciudad todavía apagada, los coches andando de un lado para otro, los pájaros apenas comenzando a volar en el cielo a tonos color gris. Además de tratar de recordar si no olvidé hacer alguna tarea el día anterior... Bajarme del auto y caminar hasta el instituto, recorrer los pasillos en silencio, con la música de mi mp3 de fondo, viendo a todos esos chicos que aunque me roben un suspiro, se que quizá jamás podre conocer. Llegar a mi salón y escuchar las mismas conversaciones matutinas, para después escuchar siete largas horas de clase, siendo interrumpidas solo por dos cortos recesos. 

Matemáticas, ciencias, arte, lengua, historia... Chismes, sueños y una que otra crítica constructiva sobre alguna película del fin de semana. Siempre lo mismo. Finalmente, luego de casi acabar con toda mi paciencia, esperar a mi papá a la entrada del instituto con un libro en la mano y unos audífonos en mis oídos. En ocasiones mirar a algunas parejas y obligarme a pegar la vista en mi libro antes de que mi mente empiece a divagar y soñar con ideas casi imposibles en este momento. 

Sé que llegara ese día en que encontraré a alguien que me quiera y que me haga bien, más por ahora solo necesito una total concentración en lo mío: la escuela. Finalmente ir hacia el coche y pasar el recorrido en silencio. Comer, ver la televisión y después de pasar casi toda mi tarde haciendo las tareas o estudiando un poco, tomar un baño, cenar e irme a acostar, para después pasar unos minutos escuchando música antes de caer rendida por el sueño, para así finalmente concluir mi día. ¿Y al despertar? Continuar exactamente con la misma historia.

Al darme cuenta del curso que he llevado últimamente, me doy cuenta que mientras yo me enfoco en llevar al pie mi rutina, muchas personas están haciendo algo más de su día a día. Ya sea cumpliendo un sueño, besando por primera vez, viajando alrededor del mundo, viendo lugares asombrosos, acampando bajo las estrellas, descubriendo el verdadero significado de una amistad o amor, actuando, cantando o bailando, sonriendo y llorando, muriendo y naciendo, aprendiendo a las buenas y malas, confiando o perdiendo, creyendo e incluso olvidando de todo. Quizá algunos sufran en ese momento y piensen en dejar todo de una vez por todas, mientras que alguien quizá está pensando en comenzar todo otra vez. Todo eso y mucho mas sucede mientras yo intento contestar un problema de mi tarea de matemáticas, mientras tomo un baño o quizá mientras duermo.

Es gracioso pensar que tal vez mientras yo deseo que ese chico al otro lado del pasillo me sonría, haya alguien a kilómetros de distancia soñando con lo mismo. O bien, alguien que decida arriesgarlo todo y dar el primer paso. Sea lo que sea, me he dado cuenta que mientras yo sueño con vivir la vida, lo único que sucede es eso. La vida. Buena o mala, nada es para siempre. Los momentos no son eternos y todo puede dar un giro inesperado de la noche a la mañana. Sé que mientras yo me enfoco en lo que quisiera hacer de hoy a 10 años, la vida sigue corriendo y que esos instantes en los que sueño con lo que podría ser, están siendo desperdiciados.


Hay que vivir cada segundo como si fuera único, porque justo así es. Son ÚNICOS. Cada uno por igual, los cuales, pase lo que pase, forman una sola cosa, una cosa llamada  VIDA.

viernes, 12 de julio de 2013


¿Cómo le sigues el rastro a alguien que solo es como una fotografía en tu mente?

Muchos dirán que quizá me he vuelto loca, pero por más imposible que parezca, me he enamorado. Si, así como suena, me he enamorado. Quizá no lo conozco, no se su historia, sus sueños, su vida, ¡ni siquiera se su nombre! Más al verlo a los ojos, hay algo que me dice que yo sería capaz de cualquier cosa con tal de estar a su lado...

La primera vez que te vi a distancia, algo dentro de mí supo que quizá esta vez sería diferente.

Y aquí me vez, enamorada de una vaga idea tuya, enamorada de una fotografía que vive en mi mente, enamorada de un chico sin nombre. Quisiera simplemente conocerte, tratar de descubrir el chico que eres, pero a la vez, un miedo interno me atrapa, impidiéndome pensar en lo que debería hacer.

¿Debería hablarte, presentarme, conocerte? ¿Dar el primer paso a pesar del temor que siento? O bien ¿debería esperar una reacción de tu parte, por más mínima que sea para saber que estoy en el camino correcto?


Una confusión gigante me aterra cada que pienso en lo mucho que deseo conocerte; así que por ahora solo te observare a distancia, iré con más frecuencia a tu trabajo y tratare de dejar que las cosas fluyan, deseando que, por algún extraño motivo tu pienses lo mismo de mi, desees y esperes lo mismo, ya que cuando pienso en ti, por un momento soy capaz de olvidarme de absolutamente todo y sonreír.

miércoles, 10 de julio de 2013

Memories


Quisiera poder sacar todos mis recuerdos de mi mente y pasarlos a un DVD, para así, en los momentos en que siento que nada tiene sentido, al ver el transcurso de mi vida me dé cuenta de lo mucho que he pasado, vivido, soñado... Para recordar todas las sonrisas que me robaron, volver a sentir esos sentimientos únicos como si fueran la primera vez. Ver esos rostros que parece que se comienzan a borrar.

Dicen que no es fácil olvidar, que los recuerdos nunca mueren; lo único que temo es que eso no aplique para mí. No quiero borrar de mi mente esos momentos especiales que me han marcado, que me han convertido en la persona que soy hoy.

Daría lo que fuera por ver en una pantalla esos flashbacks que vienen a mí a mitad de la noche y que, al cerrar mis ojos, se sienten tan reales que me roban lagrimas de alegría; quisiera poder guardar esas evidencias que prueban que todo fue real y no solo una ilusión mía.

lunes, 8 de julio de 2013

Un regalo del destino.

 
Te miro de reojo durante el receso. Estas sentado al lado mío, sin ninguna razón o motivo. Simplemente... Llegaste. Llevábamos casi 4 años sin estar así de cerca, uno del otro, y mucho menos teniendo una conversación.

Realmente por un momento la situación me pareció algo extraña e incómoda, debido a que había olvidado cómo era pasar el rato contigo. ¿Pero ahora? Nos encontrábamos ahí, hablando sobre todo y nada a la vez. Tus comentarios sobre la maestra de la clase anterior sinceramente me hacían reír, ya que sigues teniendo ese toque sarcástico al hablar de ciertas cosas, algo que había olvidado me encantaba de ti.

Sin darme cuenta, los minutos pasaban, mas tú parecías actuar como si nada, como si fuéramos dos compañeros que se habían conocido ese mismo año escolar y que por primera vez entablaban una conversación, mas tú y yo sabemos que eso no es cierto... Justo en ese momento hay tantas cosas que me gustaría decirte, otras tantas que preguntarte y otras más que recordar, contigo.

Me pregunto si tu mama seguirá teniendo la misma camioneta blanca con calcomanías atrás, o si ella aun me recordará; si sigues manteniendo contacto con tu mejor amigo de la infancia o si sigues yendo al mismo hotel en Vallarta al llegar el verano. Tantas cosas que por algún motivo ya no parecen propias para una conversación.

Me gustaría que recordáramos juntos el día en que nos conocimos y decirte lo mucho que mi vida cambio desde ese momento; me gustaría hablar sobre las clases que pasamos juntos y las tareas que nos pasábamos minutos antes de que las revisaran para salvarnos de una mala calificación; me gustaría preguntarte si sigues cantando en la iglesia, como solías hacerlo en el coro de la escuela, o bien, si sigues tocando la guitarra. También quisiera poder felicitarte por tu discurso de fin de ciclo, ya que nunca tuve la oportunidad de hacerlo... Son tantas las cosas que quisiera platicarte en ese momento y que simplemente no me parecen una buena idea.

En ese preciso momento me encuentro con tu mirada, y por un micro-segundo tengo la sensación de que tú te sientes justo igual que yo, que quizá te preguntas sobre mí; mas no dices nada, ninguno de los dos dice nada.

Un extraño sentimiento recorrió mi piel por dentro, como un impulso de decir algo, de romper ese silencio que sin notarlo se había formado. No oigo nada, todo estaba tan callado y tranquilo, ¿estábamos solos? No. Mas algo sucedía, era como estar en una burbuja. Es entonces cuando te dedico una sonrisa. Simple. Amable. Sincera. Y tú la correspondes. Y justo en ese momento nos veo a los dos parados frente a frente. Más no estábamos en el salón de clases, al menos no el de hace unos segundos. Nos encontramos seis años atrás en el tiempo, con nuestras mochilas al hombro. Veo como me saludas y te presentas, con la misma sonrisa traviesa que me dedicaste hace un momento. ¿La diferencia? Tu cara, tu edad. Te ves mucho más pequeño. En ese momento me doy cuenta de donde estoy. Miro a mi alrededor y veo todas esas caras conocidas, otras casi irreconocibles. Me veo a mi, más chica, parada frente a ti. Pareciera que la historia se repite. Puedo ver mi cara, sonriente y tímida, más segura a la vez.

Ambos niños se sientan y comienzan a platicar animadamente. En ese momento siento un dolor agudo en mi pecho. ¡Todo ha cambiado tanto! Veo tus ojos, encontrados con los míos, y justo en ese momento fui capaz de ver esa chispa. La chispa de la que todos me hablaban y yo nunca comprendí; aquella chispa que dejamos que se consumiera poco a poco hasta agotarse. Aquella chispa que perdimos y ahora, desesperada deseaba que volviera. ¿Sería cierto? Si lo hubiéramos notado a tiempo, ¿Estaríamos...Juntos?

Entonces parpadeo, tratando de aclarar mi vista, la cual se había nublado gracias a las lágrimas acumuladas en mis ojos. Mas al entornar mi vista de nuevo, estoy de regreso en el presente, al parecer todo ha pasado demasiado rápido, ya que todos se encuentran justo como estaban hace un rato. Inmóviles. Entones, oigo tu voz, haciendo que todo comience a moverse de nuevo.

- ¿Quieres? - Te escucho decir, dándome cuenta que me ofreces una galleta. Yo acepto y tú continúas hablando sobre la tarea, la cual expondríamos mas tarde.

Yo sonrió y guardo ese momento en mi corazón. Quizá para muchos seria insignificante, más para mí es especial, es un gran paso.

Sé que es imposible conseguir una máquina del tiempo y cambiar el curso de las cosas, más si puedo dar vuelta a la página y comenzar a escribir un nuevo capítulo de mi historia, en donde todo sea diferente. ¿Y quién sabe? Quizá algún día seamos capaces de retomar lo que dejamos ir, quizá algún día vuelvas a ser el protagonista de mi historia, mas por ahora, prefiero quedarme con estos pequeños detalles, regalos del destino, los cuales llenan mi corazón de alegría.


Te miro de nuevo a los ojos y por un momento, casi puedo sentir que tú estás de acuerdo con ello.